EL RENDIMIENTO ESCOLAR Y LA ANSIEDAD

El miedo es aquello que sentimos, cuando percibimos una amenaza, y suele estar acompañado por algún grado de ansiedad, además de ser un factor constante en el transcurso del desarrollo humano, pues originalmente es una herramienta adaptativa de nuestra biología.

La aparición de la ansiedad en niños y niñas, lejos de constituir un rasgo patológico, indica una evolución en la que podemos observar la conciencia que van adquiriendo acerca de su propia individualidad, sus límites y sus recursos. A lo largo de la infancia aparecen los miedos considerados normales: miedo a la oscuridad, a lo desconocido, a los animales, miedo a separarse de sus padres, etc.

A partir de los 7 años se presentan temores acerca del rendimiento escolar y deportivo, temores de tipo existencial y el miedo al fracaso y a la muerte.

Según los investigadores psicotatología, Beloch, Sandin y Ramos, la ansiedad proviene de una naturaleza anticipatoria, siendo una capacidad de señalar o anticipar un peligro o amenaza para el individuo. Esto hace que la ansiedad tenga un valor muy importante, ya que tiene la utilidad biológica de ayudarnos en procesos adaptativos.

Un cierto monto de ansiedad, puede ayudar al niño a esforzarse por tener un buen rendimiento académico o deportivo, cierto grado de competencia le viene bien ya que lo motivan a superarse, a seguir aprendiendo y es parte del crecimiento.

Las respuestas de adaptación que utilizan los niños en su desarrollo, se ven reflejadas en los espacios donde se lleven a cabo las relaciones sociales. Ya sea el inicio de un proceso educativo, la forma en que se relaciona con su grupo de pares, la forma en que se desarrolla en los distintos espacios y con distintas personas, etc.

Los niños y niñas que no logran una adecuada adaptación a su ambiente escolar y social, suelen presentar ataques de ansiedad, que pueden ser muy leves o más bien notorios. Comienzan a tener miedo sin saber explicar el por qué, llegando a encontrarse en ocasiones realmente aterrorizados, o con problemas emocionales de alguna índole.

Muchos niños tienen ansiedad en la escuela por diferentes causas, ya sea porque no se sienten integrados, los formatos educativos no se ajustan a las necesidades de su propia inteligencia y capacidades, pueden tener problemas de aprendizaje, ser agredidos por otros compañeros, o lo principal es que en ocasiones su ansiedad está relacionada con problemas familiares, y esto se refleja en su rendimiento escolar.

Altos niveles de ansiedad reducen la eficiencia en el aprendizaje, ya que disminuyen la atención, la concentración y la retención de información, con el consecuente deterioro en el rendimiento escolar. Los infantes que tengan mucha ansiedad, mostrarán dificultad para poner atención, se distraerán con facilidad, y puede costarles memorizar a corto plazo.

Conforme aumentan los niveles de ansiedad se genera una baja autoestima en el niño, ya que no se siente digno, competente, adecuado o suficiente. Esto es debido a que siente que no cumple con las expectativas de sus padres y maestros, y a su vez estos no tienen las herramientas para apoyarlo adecuadamente, sino que suelen reprenderlo y presionarlo aún más.

Lógicamente esto condiciona su aprendizaje y autoestima, pues disminuye la sensación de ser capaz, genera impotencia y frustración en los estudios, e incluso en las relaciones interpersonales con sus seres más cercanos. Las bajas calificaciones pueden reforzar sentimientos de incapacidad  frente al propio rendimiento del niño, y esto lleva a elevar los niveles de ansiedad en niños y niñas.

Lamentablemente se genera un círculo vicioso entre la ansiedad y la autoestima, que puede ser detenido con intervenciones psicológicas y con terapias complementarias. Se necesita educación especial a nivel colectivo para mejorar estas situaciones para los que vienen.

Algunos consejos que pueden ayudar a los niños a reducir su nivel de ansiedad y elevar su autoestima:

  • Hablar con el niño de todo lo que le preocupa, de cómo se siente, que hable de sus miedos. Escuchar sin juzgar, sin interrumpir, ni responder nada que no haya sido preguntado previamente por el niño o niña.
  • Ayudar al niño a encontrar aptitudes, intereses y actividades en las que sienta que sí es capaz de hacerlo bien.
  • Elogiarle por sus avances, aunque aún no llegue a la meta deseada. Dar aliento significa reconocer el progreso, y no sólo premiar un gran logro.
  • Animar al niño a hacer una lista de “cosas que salieron bien hoy”al final del día.
  • Independientemente de las religiones mundiales, existe la «espiritualidad», y esto es una característica que podemos integrar a nuestro favor, dando gracias al final del día, rezando ya sea que practiques alguna religión o no, siempre se puede invitar a los niños y a tí mismo a estar en presencia con el corazón y no tanto con la mente, y eso también es una forma de rezar.

Yolístico Psicología del Desempeño

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